La noche del 23 de mayo de 1911, en su casa de Cadena 8 (hoy Venustiano Carranza), redactó su renuncia alentado por su esposa Carmen Romero Rubio.
Díaz sale escoltado el 26 de mayo hacia el puerto de Veracruz, donde el día 31 de ese mes se embarca en el Ypiranga, un buque alemán, hacia las costas de Burdeos. “Las emociones debieron ser contrastantes: gente que lo despedía con lágrimas en los ojos, como a un patriarca, y el dolor de que le daban la espalda para siempre. Serán cuatro años y medio en el exilio muy dolorosos mientras ve que el país se desmorona”
Ya en Europa, en una visita al Museo de los Inválidos en París, ciudad a la que llegó exiliado en julio de 1911, el general Porfirio Díaz (1830-1915) fue escoltado por el general Gustave Leon Niox, director del recinto, hasta la tumba de Napoleón Bonaparte, a quien el ex presidente mexicano admiraba.
De pronto, Noix sacó la espada que Bonaparte usó en 1805 durante la Batalla de Austerlitz, y la colocó en manos de Díaz, quien emocionado dijo que no merecía tocarla; a lo que el francés contestó: “Nunca ha estado en mejores manos”.
En otra ocasión, el hombre que dirigió el destino de México durante 30 años (1876-1910) fue a Berlín. “Estaba en unas carreras de caballos y el káiser Guillermo II de Alemania se enteró de su presencia y mandó a alguien para que lo llevara a su palco, porque lo quería saludar. Llegó don Porfirio y, a la usanza de la época, se quitó el sombrero. Y el káiser le respondió de inmediato: ‘Por favor, de ningún modo, soy yo quien tiene que descubrirse ante un gobernante tan grande y un hombre tan importante para América’”.
Estos dos episodios entre otros, muestran el respeto con el que se percibía a Díaz en Europa y cómo el político oaxaqueño vivió plenamente los últimos cuatro años de su vida, tras renunciar a la presidencia de su país.
“Gozó de un enorme prestigio internacional. No se escondió en una casa en París. Se mantuvo siempre en movimiento. El día que murió (2 de julio de 1915), inmediatamente, de la casa presidencial francesa mandaron a unos militares para que todo el tiempo hicieran guardia al cadáver de Díaz”.
El general murió en París, y sus restos se encuentran en el cementerio de Montparnasse. “en su tumba se ven que hay flores limpias todos los días, que los mexicanos le llevan, y le escriben cartas pidiéndole favores. El fervor popular no ha disminuido a pesar de que en México lo han pintado como villano”.
“Su gran error”, es que no creía en el ciudadano, sino en el pueblo, al que consideraba iletrado, analfabeta, inmaduro, que debía ser guiado. Si hubiera creído en los ciudadanos se hubiera retirado a tiempo y sería el gran héroe de México”.
fuente: SIMINFORMA.COM
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