lunes, 26 de julio de 2010

Las cholitas luchadoras, pasión de multitudes


Combate de cholitas con fuego.

Tiemblan las graderías con los rugidos del público, que se ha puesto de pie y con los ojos desorbitados observa como Clotilde la Dragona levanta en vilo a su rival e intenta arrojarla a las llamas. "!Alguien apague ese fuego, 'anchanchu' (demonios, en la lengua aymara)!", brama un espectador haciendo bocina con las manos.
Dentro del gimnasio municipal, bautizado 'coliseo' para esta ocasión, el olor de los trapos quemados se mezcla con el de las axilas y la cerveza en vasos plásticos que vende un muchacho, envuelto en una capa con los colores de la bandera boliviana.

Amalia la Bella, con las llamas lamiéndole los tobillos, logra zafarse de su contrincante y de una patada la envía trastabillando fuera del cuadrilátero.
Una orquesta toca la música de fondo, que varía de acuerdo con los avatares del combate, como en las películas del cine mudo. En el momento en que los camilleros retiran a la Dragona, ¿inconsciente?, las guitarras enmudecen y el sonido del tambor le imprime al huayno, melodía típica del Altiplano, una lúgubre marcialidad.

La lucha libre entre cholitas, como llaman en Bolivia a las mujeres mestizas, es una de las 'entretenciones' predilectas de los vecinos de El Alto, una ciudad aledaña a La Paz. El espectáculo de Juana la Momia o de Sexy Pamela rodando por la lona, jalándose de las trenzas como si se quisieran arrancar el cuero cabelludo. Se pagan 11 bolivianos (un dólar y medio) por una localidad simple.

una luchadora consagrada gana hasta 30 dólares por combate- el oficio tiene sus riesgos. "A veces regreso a casa cubierta de moretones. Mi esposo reniega y suplica que abandone el deporte pero cuando llegan las facturas, cambia de parecer.

La gente me reconoce en la calle. Las mujeres piden autógrafos y los hombres me dicen... cosas. Es el precio de la fama", dice Sexy Pamela –nombre de batalla de Susana Lozano-
Algunas feministas consideran que la lucha libre es beneficiosa porque libera a las bolivianas de la sumisión al hombre. RAMY WURGAFT elpais.com

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